El 23 de mayo pasado se cumplieron 15 años una de las convocatorias más grandes que el rock generó en Villa María. Obviamente fue por obra de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Por ese día, la ciudad estalló en las pantallas de todo el pais con las transmisión en directo de Crónica TV.
Me topé en YouTube con una parte del material que emitió el canal de noticias. Fue un tarde fría que ardió en un enfrentamiento entre policías y parte del público que buscaba ingresar al estadio, un Anfiteatro que ya tenía las tribunas de cemento, pero lejos estaba de llegar al techo de hoy.
En 1998 trabajaba en la sección Espectáculos del diario Puntal Villa María. La ciudad era otra desde hacía varias días. Gente de todas las provincias acampaba en la Costanera, dormía en cualquier parte. Los comercios de la zona vendían comida y bebida a más no poder.
Ese sábado estaba nublado. Los caballos de la Policía, inquietos. Miles con banderas, pañuelos y mochilas marchaban hacia el punto de encuentro. Todos querían entrar, pero no eran tantas las entradas.
Era la tercera vez que los Redondos actuaban en la ciudad. Ya habían pisado el Anfiteatro en 1997 y antes en la desaparecida discoteca Flop, hoy convertida en depósito de una mueblería.
Mi tarea ese día era cubrir el recital. Al diario lo dirigía Jorge Conalbi. Todo muy organizado. Las notas previstas, la edición planificada. Con una previa y algo de color alcanzaba porque había que cerrar temprano. La crónica del espectáculo quedaba para el día siguiente. Era la prehistoria de las coberturas online.
Hasta que se armó la gorda. Palos, piedras, gomazos, corridas. Villa María pasó a ser noticia nacional. Un infierno poco encantador, tituló Página/12. Una batalla campal, lo definió Clarín.
Un recuerdo imborrable fue la orden que dió el director. Pocos compañeros se habían quedado en la redacción. Como un jefe de compañia que rearma la estrategia en medio de la batalla, Conalbi juntó en una esquina a los que estaban en las cercanías y dijo: Se levanta toda la edición y hacemos el diario de nuevo. Creo que eran las seis de la tarde. Hacer de nuevo todo el diario. Descartar las notas ya escritas, volver a buscar fuentes y redactar de punta a punta la edición. Y allá fueron.
Como el recital finalmente se hizo, mi trabajo fue tal como estaba previsto. Luego de salir de bajo el alero de la Lomoteca -o como se llamara en esa época-, pude pasar entre las rejas derrumbadas y encontrar un mínimo espacio sobre el respaldo de alguna butaca para vivirlo y contarlo desde adentro. Qué buen recital nos vimos.
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