Nos estamos olvidando de algo

Cuando el intendente Eduardo Accastello ganó en Villa María el 26 de junio por más de la mitad de los votos, hubo gente que dijo que esta sociedad elegía "vivir como cucarachas". Cuando Mauricio Macri se impuso ampliamente en la primera vuelta por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, se exclamó el "asco" hacia los porteños. Ahora que el humorista Miguel Del Sel casi se queda con la gobernación de Santa Fe, hay quienes juran "irse del país" si se diera su triunfo.

Me parece, muchachos y muchachas, que nos estamos olvidando de algo. Puede gustarnos mucho, poco o nada el resultado de una elección. Puede que nuestra preferencia individual no se encuentre en el mismo espectro que la mayoría. Pero no por eso vamos a impugnar las decisiones resultantes de la suma de los votos.



Pensemos que detrás de cada voto hay una persona que expresa su voluntad. Seguramente no todos tienen las mismas motivaciones. Unos votarán por expectativas, otros por costumbre, otros por conveniencias, otro por respaldo o respeto a una persona o una gestión, y miles de motivos más.

Si tras cada ejercicio de manifestación coletiva electoral que no nos guste vamos a sentenciar al electorado, creo que es hora de revisar lo que entendemos por el acto comicial que nos permite la democracia. Si el otro no vota lo que a mí me parece que hay que votar, ¿entonces su voto es basura?

Es triste leer esas manifestaciones intolerantes a la voluntad del otro, y más aún cuando no son propiedad de ningún sector o partido, sino que se repiten de un lado a otro del arco político. Espero que ese tipo de miradas no sean el resultante de un componente de fantanismo, terquedad y sectarismo sembrado entre quienes se sienten llamados a involucrarse en la práctica política.

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