La reivindicación de los derechos humanos violados por la dictadura militar argentina de 1976-1983 se vale hoy de hechos concretos a través del juzgamiento de los responsables materiales e intelectuales de homicidios y torturas de personas, muchas de ellas desaparecidas.
Entre las víctimas, mujeres embarazadas y sus criaturas por nacer, fueron atormentadas hasta la muerte en algunos casos, apropiados sus hijos, en otros.
Mientras la Justicia de las leyes y las cárceles se tomaba su tiempo para sentar frente a un estrado a los acusados de los crímenes, los ciudadanos argentinos y del mundo fueron marcando el camino de los reclamos con fuertes simbolismos.
Desde los pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, las fotos con los rostros y fechas de los desaparecidos, hasta marchas, películas, pinturas, libros, canciones, esculturas, obras de teatro y cientos de otras manifestaciones del alma y el intelecto de los argentinos dispuestos a no olvidar.
Mandar a descolgar un cuadro con la foto de un ex presidente de facto también fue un signo de que no se quiere olvidar y hay disposición a construir y edificar memoria, justicia y verdad.
En el campo de lo simbólico y de lo real, cada pueblo, cada ciudad se fue dando su expresión de dolor o de esperanza, su grito de justicia, sus manifestaciones de memoria.
Uno de los símbolos creados en Villa María para recordar a las víctimas de la dictadura militar fue autoría de Cristina Gonzalo. La escultura “Nunca Más” se instaló en la costanera, junto al puente Vélez Sarfield, justo donde se trabaja en el trazado del nuevo puente.
¿Qué pasó con esa escultura, símbolo del recuerdo y homenaje a las víctimas? ¿Alguien la vio reinstalada en otro lugar? No. Fue arrancada y tirada por una máquina excavadora sobre un montículo de tierra. Hoy, aquel símbolo de reivindicación de las víctimas del terrorismo de estado, sufrió el descuido y el atropello de otro estado.
Paradójicamente, en la inauguración de esta escultura se contó con la actuación –muy emotiva- de quien hoy debería velar por la preservación del patrimonio local. Se suma a esto que el municipio lanzó tiempo atrás un programa de preservación y rescate de monumentos, pero que evidentemente no se puso en práctica en este caso.
Si los símbolos y los hechos hablan de los hombres y las sociedades que los generan, ¿qué dice esto de nosotros?
En cada 10 de diciembre se hacen nuevos actos que simbolizan el reclamo por la vigencia de los derechos humanos. De tanto replicar las mismas consignas, se corre el riesgo de quedarse sólo en la reivindicación cosmética. Hay derechos humanos hoy que no se están cumpliendo.
Si nos horrorizamos cuando pintan cruces esvásticas en una escuela, símbolos del genocidio y la locura. ¿Cómo debemos tomar este acto simbólico de destruir y arrojar como un desecho un símbolo de memoria, verdad y justicia? ¿Nunca más?
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