
Menos vidas: Desde que se inauguró el tramo James Craik-Villa María, se produjeron tantas o más muertes en accidentes que las que sucedían cuando sólo estaba la vieja ruta 9. Sumemos a esto los heridos y todo lo que el sistema de salud debe dirigir para atender las consecuencias. Los discursos llenos de promesas de seguridad vial se olvidaron que la autopista, por sí sola, no trae nada de eso.
Menos recursos: A lo largo del trayecto se formaron lagunas con el agua de las napas que emerge tras las excavaciones para llevar tierra a los terraplenes. En el triple anillo distribuidor de la ruta 158 se bombean miles de litros por día que son tirados sin destino. En ambos casos es una enormidad de agua potable que se desperdicia inútilmente, justo cuando en el mundo se vienen las guerras por el uso y manejo de este recurso vital. Ningún gobierno se ocupó de esto todavía.
Menos ingresos: Se dice que se quiere evitar el éxodo del consumo hacia las grandes ciudades y que la gente debe venir a comprar a Villa María. ¿Y a quién vendría a comprarle? ¿Viajará 60 ó 90 kilómetros para comprarle al almacén de Don Manolo? ¿O llevará su auto a los estacionamientos de Wal-Mart, Hiper Libertad y Disco Shop para dejar su dinero a las multinacionales?
No sé cómo será la autopista cuando se termine; esta es la que tenemos ahora. ¿En qué se basan los pronósticos del gran progreso? Si la región pone las vidas, el agua y el dinero, ¿para el progreso de quién se está trabajando?
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